El Paisaje holandés

 

EL PAISAJE
 HOLANDÉS


El Puente de Piedra (1637), Rembrandt Van Rijn

    Durante el siglo XVII, se desarrolla en Holanda, la pintura del paisaje. Hecho tan importante, junto con otros géneros como el retrato, naturaleza muerta, género, arquitectura, batallas, marinas, paisajes, etc, que ha esta etapa, se le denominado “Siglo de Oro”, pues la especialización en un determinado tema fue la clave fundamental para que los artistas destacaran en ese campo. Nosotros, nos centraremos, que fue uno de los temas predominantes de la pintura holandesa, en el paisaje, que inicia su evolución en las tres primeras décadas de este siglo XVII. El número de paisajistas que desarrollaron esta modalidad artística en Holanda es considerable, como también lo es la calidad y variedad de sus obras.

El vigor de la tradición de paisajistas en Flandes, una región del suroeste del país, formará la base del género. Dicha base, denominada arte flamenco, serán escenarios de representaciones bíblicas, mitológicas y alegóricas. Estos paisajes no se encontraban de manera aislada, sino como acompañamiento a la escena y eran realizados sin referente natural.  
El maestro más influyente de la escuela flamenca es Rogier van der Weyden (hacia 1399-1464). Su obra se distingue por la intensa atmósfera espiritual de ricas y sutiles tonalidades de color, como podemos ver en el paisaje de La Visitación.

Durante el siglo XVII, se desarrolla en Holanda, la pintura del paisaje. Hecho tan importante, junto con otros géneros como el retrato, naturaleza muerta, género, arquitectura, batallas, marinas, paisajes, etc, que ha esta etapa, se le denominado “Siglo de Oro”, pues la especialización en un determinado tema fue la clave fundamental para que los artistas destacaran en ese campo. Nosotros, nos centraremos, que fue uno de los temas predominantes de la pintura holandesa, en el  paisaje, que inicia su evolución en las tres primeras décadas de este siglo XVII. El número de paisajistas que desarrollaron esta modalidad artística en Holanda es considerable, como también lo es la calidad y variedad de sus obras.

    El vigor de la tradición de paisajistas en Flandes, una región del suroeste del país, formará la base del género. Dicha base, denominada arte flamenco, serán escenarios de representaciones bíblicas, mitológicas y alegóricas. Estos paisajes no se encontraban de manera aislada, sino como acompañamiento a la escena y eran realizados sin referente natural.  


El maestro más influyente de la escuela flamenca es Rogier van der Weyden (hacia 1399-1464). Su obra se distingue por la intensa atmósfera espiritual de ricas y sutiles tonalidades de color, como podemos ver en el paisaje de La Visitación.


    Como hemos explicado, los artistas holandeses comenzaron pintando paisajes irreales, propios de la fuerte mediatización con la cultura flamenca a finales del siglo XVI. Empero, hacía el 1600, los artistas flamencos por razones económicas o por convicciones religiosas, emigraron al Norte, siendo el inicio del paisajismo barroco holandés.

Estéticamente tenderán a formatos horizontales. El cielo obtendrá gran protagonismo, pues ocupará más espacio que la tierra, llegando a ser casi dos tercios de la tela, mientras el horizonte provocará contrastes entre los diferentes elementos de la composición, al ser muy marcado. Sus paisajes boscosos, son teñidos de un cierto naturalismo fantástico. Y se tendrás especial cuidado, en la elección del tonalismo general y la valoración del lugar. La luz la será también protagonista. Esta será suave, de infinitos matices, habitualmente gris. Y por último, la pincelada suelta permitirá aprehender estos cambios lumínicos tan sutiles.

Estos artistas se adueñarán de un estilo propio y personal y se especializarán en un tipo determinado de paisaje (paisajes de dunas, nocturnal, fluvial, invernal, urbano, estuarios, nórdico, italianizante etc.). El entorno de Holanda, era digno de ser representado sin que sirviera de soporte a una historia de carácter religioso o mitológico. Los cambios de luz, la climatología y las estaciones del año se convirtieron en temas pictóricos autónomos.

      Por ejemplo, Jan van Goyen (1596-1656) y Salomón van Ruysdael (1603-1670), ambos artistas se especializan en los paisajes de dunas y optan por la degradación de los colores para crear simples composiciones. Fueron llamados “paisajistas tonales”, ya que los tonos son muy importantes en sus obras, los grises, verdes, marrones y ocres, predominarán en ellas. A estos dos artistas, también se les atribuye la concepción del paisaje panorámico.  Esta se basa en espacios abiertos en los que, por medio de diferentes planos se van interponiendo imágenes, para proporcionar profundidad. Y en ocasiones, por encima del horizonte, encontramos  la silueta de una ciudad con sus torres e iglesias, o bien un molino de viento para fomentar aún más la profundidad. Sin embargo,  el punto de vista se colocaba a la altura de los ojos del espectador, al que le resulta posible adentrarse en él.



View of Dordrecht (Gezicht op Dordrecht),  
(1651) Jan van Goyen

View of Deventer Seen from the North-West, (1657)Salomón van Ruysdael






De los paisajes nocturnos, que fueron una de las grandes innovaciones, Aert Van Der Neer (1604-1677) fue su mayor representante.

Como observamos en su obra, Claro de luna con un camino bordeando un canal (1645-1650), que Van Deer Neer, genera pleno protagonismo al agua y al reflejo de la luna, que ilumina la noche refractando su brillante y blanca luz en ella. Asimismo, las siluetas de los diversos elementos de sus composiciones, las sitúa escenarios mágicos imaginativos.

En los paisajes fluviales, destacamos las pinturas marinas de Jan Porcellis (1584-1632), y las nubosas y grisáceas marinas de Simon J. de Vlieger (1601-1653).
A lo largo del segundo cuarto del siglo, permanecen los paisajes italianizantes, aislados de la corriente del paisajismo holandés. Estos paisajes surgen por las técnicas italianas, que llegan de varios artistas holandeses que viajaron a Italia.

Surgen dos generaciones: una primera representada por Cornelis van Poelenburch (1595-1667) que aporto un orden clásico en las composiciones y una iluminación solar, brillante y de gran colorido.  Y la segunda generación representada por Jan Both (1615-1652).

El baño de Diana, (1624) 
Cornelis van Poelenburch o Poelenburgh.

 






Italian Landscape with Draughtsma, (1650) Jan Both.

 

Jacob van Ruisdael (1628-1682), era el pintor de paisajes más destacado de la época. Pues consiguió cultivar casi todas las ramas anteriormente mencionadas, salvo las vistas italianizantes. Sus composiciones son ordenadas y equilibradas y sus preferencias son las luces de tormenta, el viento y las aguas alborotadas.

Es destacado ya que confiere al género un aire más monumental y dramático. Los contrastes de color son más vigorosos, las formas más sólidas y el contraste entre luces y sombras mucho más violentos.

Ejemplo de todo lo expuesto y considerada casi como emblema de Holanda, Van Ruisdael creó, en 1670, El Molino de Wijk.

En cuanto al paisajismo holandés, a pesar de que se pueda llegar a pensar, la visión holandesa del paisaje no es fiel a la realidad, sino que cada autor selecciona y reforma la naturaleza y el medio humano para representarlos de modo ejemplar y mejorado. Los artistas componían imágenes que mezclaban lo visto con las licencias artísticas, con el objetivo de crear algo armónico.

Por otro lado, a menudo, encontramos mensajes codificados de contenido proverbial o religioso y una idea bucólica de "urbanitas", que contempla el medio rural como lugar ideal para la reparación mental.

El enorme éxito de la pintura holandesa del siglo XVII hizo que ningún pintor holandés de los doscientos años siguientes fuera conocido fuera de los Países Bajos. Y además, la huella del género paisajístico holandés se hace patente en los cuadros del romántico inglés John Constable, quien denunciaba la artificiosidad de los pintores italianos del siglo XVIII y prefería el realismo de los artistas holandeses del siglo anterior. El carácter antinarrativo y la importancia de la luz serán básicos para la pintura decimonónica (Constable, Turner, Courbet y Corot) y será la gran influencia y a la vez el motor del futuro impresionismo.

Bibliografía y webgrafía:

Roberta Elvira Cayuela

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